Nota del editor: La Semana Nacional del Matrimonio es del 7 al 14 de febrero. El Día Mundial del Matrimonio es el 11 de febrero.

El día de su boda, los novios pueden tener estrellas en los ojos, pero tienen piedras en la cabeza si creen que su pareja no va a:

Volverles locos. A veces.

Darles por sentado. En ocasiones.

Hacer algo que realmente les duela. De vez en cuando.

El marido se lo hace a la mujer. La esposa se lo hace al esposo.

Hay momentos (pueden ser períodos) en los que esas estrellas del día de la boda son reemplazadas por chispas de ira cuando están casados desde hace mucho tiempo, incluso en un matrimonio feliz. Incluso en un matrimonio lleno de alegría y gracia porque:

Un matrimonio está formado por dos personas imperfectas. (¡Sí, sí, tu prometido era perfecto! ¡Pero cómo ha cambiado! O más correctamente, cómo ha mejorado tu percepción.) Por eso cada persona, en ocasiones, necesita buscar el perdón. Es por eso que cada uno, en ocasiones, necesita ofrecerlo.

Allí entra la misericordia. Las homilías matrimoniales y los votos matrimoniales hablan de amor, honor y cariño, pero la misericordia aparece una y otra vez a medida que avanza el matrimonio. Y con misericordia, esa relación progresa. Se amplía, se profundiza, se intensifica.

Si el amor es el motor que impulsa un matrimonio, la misericordia es el aceite que mantiene sus muchas partes funcionando sin problemas.

¿Qué hay en este asombroso líquido que contribuye en gran medida a reducir la fricción? El glosario del Catecismo de la Iglesia Católica lo expresa de esta manera: Misericordia es “la bondad amorosa, la compasión o la paciencia mostrada hacia quien ofende (por ejemplo, la misericordia de Dios para con nosotros los pecadores)”.

Ninguna pareja llega muy lejos en el camino de la vida juntos sin que una persona ofenda a la otra. Y la otra persona que ofende a aquel. Esos hitos desagradables pueden exigir bondad amorosa, compasión y tolerancia (es decir, paciencia e indulgencia).

Maravilloso en teoría. A veces es bastante difícil en el mundo real. Y el matrimonio no es una luna de miel. Es lo más real que puede llegar a ser.

Con todo eso en mente, aquí hay algunos puntos a considerar:

Crecer en amor es crecer en misericordia. Dios, todo misericordioso, es amor (1 Jn. 4, 8) y ¡gracias a Dios! — un marido y una mujer fueron creados a su imagen. Pero ese crecimiento en el amor y la misericordia no es como un hermoso mueble entregado en la puerta de su casa y colocado en su hogar.

No, no,no. Cuando se trata de virtudes, Dios puede parecerse más a... IKEA. Aquí tienen una caja repleta de piezas, aquí tienen las instrucciones. ¡Ahora, ármenlo! (Sí, su línea de ayuda siempre está abierta).

¿Cómo pueden hacerlo? La buena noticia: Él les brinda a cada uno de ustedes muchas oportunidades para mejorar en amar y ser misericordiosos. La mala noticia: Él les da a cada uno de ustedes muchas oportunidades para mejorar en amar y ser misericordiosos. La práctica no los hará perfectos, pero hará que sean mucho, mucho mejor.

La misericordia habla y la misericordia escucha. No es ningún secreto que una de las piedras angulares de un matrimonio feliz y saludable es la comunicación. Pero no todas las conversaciones son iguales. A veces es tan fácil. (“Ese abrigo te queda bien”). Otras veces, no tanto. Otras veces, se trata de decir cosas que son difíciles de decir o de escuchar cosas que son difíciles de escuchar. (“Durante los últimos meses tu forma de beber ha...”)

Es una sensación maravillosa darse cuenta de que alguien que te conoce mejor que nadie en la tierra todavía te ama. Quien, a pesar de ser consciente de tus muchos defectos y deficiencias, todavía te ama de verdad.

Pero eso también significa que tu cónyuge es quien puede decirte cuándo has comenzado a desviarte del rumbo. Empezado a deslizarte aquí o allá. Comenzado a parecerte menos a la persona para la que Dios lo creó.

No es que tú o tu ser querido alguna vez alcancen esa meta en esta vida, pero avanzar en esa dirección es importante. Para ti. Para él o ella. Para su matrimonio.

Hay una gran (e importante) diferencia entre ser misericordioso y ser un felpudo. Un sentido equivocado de misericordia puede provocar una serie de problemas en el matrimonio. La misericordia no pasa por alto, ignora o simplemente descarta una acción o patrón que deba abordarse.

A veces puede, con razón y sabiduría, pedir ayuda profesional. ¿Un caso de resfriado? Quizás un buen plato de sopa de pollo. ¿Un apéndice roto? Atención mucho más sofisticada y profesional. ¿Una serie de disputas o un patrón en desarrollo de subestimarse mutuamente? Tal vez una cita o programar esas veladas en un horario regular. Un problema mayor y más complejo: ¿infidelidad, adicción o abuso? Asistencia de personas educadas y capacitadas para ayudar a parejas e individuos.

La misericordia es siempre una elección, una acción basada en el libre albedrío. Así como Dios nunca obligará a alguien a ser misericordioso, tampoco un cónyuge puede obligar al otro a actuar de esa manera. Sí, con el tiempo, ser misericordioso puede parecer una respuesta automática, pero eso es sólo porque, a medida que pasan los años, una persona aprende a ofrecer misericordia con gracia y rapidez. Puede parecer fácil, pero cada vez, ya sea por una pequeña falta o una gran ofensa, la misericordia exige una acción. O, mejor dicho, cuatro acciones.

Ser misericordioso es tomar la decisión de ser amable, compasivo, paciente e indulgente.

En “Misericordiae Vultus”, el mensaje del Papa Francisco anunciando el Jubileo de la Misericordia, el Santo Padre escribió:

“Como se puede notar, la misericordia en la Sagrada Escritura es la palabra clave para indicar el actuar de Dios hacia nosotros. Él no se limita a afirmar su amor, sino que lo hace visible y tangible”.

“El amor, después de todo, nunca podrá ser una palabra abstracta. Por su misma naturaleza es vida concreta: intenciones, actitudes, comportamientos que se verifican en el vivir cotidiano. La misericordia de Dios es su responsabilidad por nosotros. Él se siente responsable, es decir, desea nuestro bien y quiere vernos felices, colmados de alegría y serenos. Es sobre esta misma amplitud de onda que se debe orientar el amor misericordioso de los cristianos. Como ama el Padre, así aman los hijos. Como Él es misericordioso, así estamos nosotros llamados a ser misericordiosos los unos con los otros”.

Así que estás llamado a ser misericordioso con esa persona maravillosa, asombrosa, amorosa e imperfecta con la que te casaste.

Bill Dodds escribe desde Washington.